domingo, 13 de febrero de 2011
Míralas cara a cara: las inyecciones duelen menos si no apartas la vista
Cuando uno sufre un dolor agudo en alguna parte de su cuerpo, se tiende a apartar la vista de la zona que está haciendo daño. O, directamente, se cierran los ojos fuertemente deseando que pase el mal trago. Los científicos piensan que es una mala solución, ya que creen que mirar la parte del cuerpo herida es analgésico y reduce los niveles de dolor.
Francis McGlone, profesor de neurología en la Universidad John Moores de Liverpool, explica los resultados de una investigación publicada en la revista Psycological Science Journal que confirma que la visión afecta de manera notable al procesamiento del dolor por el cerebro, al mantenerlo más ocupado y menos dispuesto a centrarse en los eventos negativos. Los investigadores encontraron que la gente tenía un umbral de dolor más alto si miraban directamente a la zona que se estaban tratando.
Y aún más si la parte del cuerpo está modificada mediante un espejo para parecer más grande; entonces el efecto analgésico de simplemente mirar también aumenta, de tal manera que cuanto mayor se vea la mano o el brazo aparece menos dolor.
Este estudio demuestra que el dolor es a la vez sensorial y emocional en la forma en que es experimentado, lo que podría abrir el camino para nuevos tratamientos más eficaces, tanto para dolencias crónicas como para poner una simple inyección. Las terapias psicológicas para el dolor por lo general se centran en el origen de éste. Sin embargo, pensando más allá del estímulo doloroso, simplemente en nuestro propio cuerpo, se puede mejorar mucho el control.
El estudio midió el dolor agudo de 18 participantes a los que se les pidió poner la mano para ser quemados con una sonda de calor que iba aumentando progresivamente de temperatura. La imagen visual de la extremidad quemada se ocultaba utilizando un espejo normal, que reflejaba la otra mano con el objetivo de borrar de la vista la sonda que producía el dolor.
Los científicos descubrieron que los voluntarios podían tolerar entre 3 y 5 grados centígrados más de calor cuando se miraban la mano que cuando se les ocultaba. Cuando las manos se magnificaban por el efecto de un espejo curvado, el umbral de dolor aumentó aún más.
Los médicos normalmente aconsejan a los niños no mirar cuando están poniéndoles una inyección o sacando una muestra de sangre ¿Cuál sería pues el consejo de los investigadores británicos a este respecto? “Nuestro consejo sería mirarse el brazo, pero tratando de no ver la aguja…si eso es posible”
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